Sunday, February 28, 2010

Fotitos sueltas - Bolivia

¡Potosí!
Ahí estamos ahora, en la terminal de micros, adonde sorpresivamente conseguimos una internet wifi gratis!!! La terminal es nueva, limpia y grande, y con internet! Así que a continuación, unas fotitos sueltas de Bolivia, que incluyen Salar de Uyuni, aguas termales, cementerio de trenes, Atocha, y cosas así. Ah, casi lo olvido: también incluye un cruce de río que tuvimos que hacer gracias al fenómeno del Niño, sus lluvias y la fragilidad de los caminos bolivianos. Toda una experiencia de aventura, como reality yanki de destreza física, mental y pavadas por el estilo.
Espero les gusten las fotos. Hasta la próxima entrega...



Wednesday, February 17, 2010

¡¡Agarrame Carnaval!!

Desde el sábado 13, hasta el martes 16 de Febrero. Eso suma 72 horas.
Supongamos que una persona normal duerme 8 horas, quedarían 48 para estar despierto y hacer cosas. Así sería en Buenos Aires, o en cualquier otro lugar del mundo, menos en la Quebrada de Humahuaca. Durante estos 3 días la gente duerme poco, baila mucho y chupa demasiado. "Macharse" es uno de los lemas del Carnaval, y se cumple con ganas. Tres días a pura música, bailes, alcohol y caras felices. El pueblo entero, más turistas e invitados, cumplen con el ritual más esperado del año. Los diablitos animan la joda y pueden castigar con un golpe de su larga cola, cual latigazo, a quién no cumpla con la fiesta. Corren el vino con Coca, la cerveza y el fernet, así como corren las horas.
Miércoles 17, miércoles de cenizas. Muchos gritan ¡soltame carnaval! Los diablitos ya se han ido, pero algunos todavía se agarran la cabeza.
(Texto: Mariano Iñiguez)











































Friday, February 12, 2010

AVISO: será un post muy largo












El fin de semana pasado tuvimos una experiencia bizarra, y me hago cargo de que bizarro en castellano no significa lo mismo que en inglés, pero no me sale otra palabra para describirla.
Todo empezó cuando pegamos onda con una señora coplera de 75 años llamada Josefina Aragón. Sobre ella se viene un trabajo más extenso y a fondo, así que nuestros pacientes lectores tendrán que esperar. Lo que necesitan saber, por el momento, es que con ella y su grupo coplero nos fuimos hasta Cangrejillos, que está más o menos cerca de la Quiaca, para un festival de copleros.

Tuvimos un viaje en colectivo bastante interesante, del cual recuerdo más que nada al Zorro (uno de los copleros de nuestro grupo), hablando incesantemente y haciendo reir a sus amigos. Yo le entendía dos de cada diez palabras, con suerte, y a una de las dos la sacaba por el contexto. No exagero, así de distinto habla el hombre. Venía armado, además de una generosa munición de palabras, de una bolsa llena de choclo. No era el choclo que comemos en Buenos Aires, sino pequeños choclitos desparejos y deliciosos, que todos comimos sin condimentos y fríos, y aún así resultaron ser los choclos más ricos que he comido. También había dos nenas que se conocieron en el micro y se hicieron amigas inseparables. Se la pasaron corriendo y gritando por el pasillo, deteniéndose únicamente para patear el respaldo del asiento de Mariano mientras él intentaba dormir.

El micro nos dejó en un pueblo llamado Intermedio. Su nombre lo dice todo, ya que lo único que resalta en mi mente es que estaba entre dos lugares, pero nada más. Josefina había arreglado con una señora que una camioneta nos pasaría a buscar para llevarnos tierra adentro, a Cangrejillos. La camioneta nunca llegó, porque Josefina se equivocó de día y llegamos el viernes, pero el festival sería el sábado. Un día antes, a ese lugar en medio de la nada, para hacer nada.

Pasó un rato largo, en el que Josefina repartió pollo al pan y todos se pusieron a coplear en plena ruta. Por un minuto pensé que la profecía de Mariano se haría realidad y pasaríamos la noche en las bolsas de dormir, en Intermedio, al costado de la ruta. No puedo mentir, era una idea simpática, muy road movie, pero sabíamos que eventualmente moriríamos de aburrimiento. Y tal vez de frío.

Al cabo de un par de horas, Felipe, otro de los copleros, nos consiguió una camioneta, creo que era una Ford F100. Nos amontonamos los seis copleros y nosotros dos, e iniciamos el viaje hacia Cangrejillos. Nos sorprendió la extensión del valle, que de a ratos parecía Irlanda, con sus pastos verde esmeralda, ovejas, y paredes bajitas de piedra. No parecía Jujuy.

Al llegar nadie nos supo indicar nada. Es un pueblo diminuto y casi no había gente por la calle. Como el festival era al otro día, no estaban esperando que llegara un grupo el viernes a la noche. El viaje de ida y vuelta costaba 50 pesos, o sea que de haber vuelto a Maimará y a Cangrejillos al día siguiente, cada uno hubiera tenido que pagar 100 pesos, lo cual estaba fuera del alcance de todos.

Nuevamente nos sentamos en la calle y creo que comimos algo, mientras la nena de nueve años del grupo de copleros, Sofía, se dedicó a trenzar mi pelo, a encontrar irregularidades en mi cuero cabelludo, y a decirme que tengo poco pelo (muy cierto).

Al rato llegó alguien del comité que organizaba el festival y nos dijo que nos llevaría al lugar donde podíamos dormir. Resultó ser una hostería muy linda, con baños muy dignos. Nuestra habitación constaba de seis camas y nos trajeron colchones, o sea que dormiríamos los ocho allí. Mariano me miró y dijo, "Creo que es de lo más bizarro que me ha sucedido en la vida". Creo que le respondí algo cursi como, "Todo es un aprendizaje". Amo lo cursi.

La primera noche casi no dormimos, ya que el Zorro tiene un ronquido proporcional a su verborragia. Es una cosa indescriptible, nunca he escuchado nada igual. Además, era como si tuviera una colección de ronquidos, como distintos ringtones, intercambiables cada cinco minutos. Hubo soplidos, chiflidos, tos, una especie de ronroneo, y seguramente más, pero esos son los que recuerdo.

A la mañana empezaron las festividades, aunque muy de a poco y un tanto atrasadas, por lo que con Mariano nos pasamos las primeras horas del sábado tratando de encontrar un almacén abierto para poder desayunar algo. Con suerte encontramos un lugar que nos vendió unas galletitas de agua bolivianas que estaban vencidas desde hace unos meses, pero eran deliciosas (en serio). Aunque no hubieran sido ricas, la mera experiencia de haber entrado a ese almacén hubiera valido la pena. Tenía de todo, incluso varios objetos que nunca he visto y cuya utilidad desconozco. Estaba todo cubierto por posters de décadas pasadas, todos muy lindos. La señora que lo atendía pareció extrañarse bastante cuando le pedí una gaseosa y galletitas de agua, como si fuera insólito. La noche anterior yo había observado sobre el mostrador del almacén cómo descuartizaban a un animal (perro? semejante a un perro?) entero, con pelo, piel, etc.
Bueno, en fin, ese día tuvimos de todo: la inauguración de un polideportivo, una challa para la Pachamama, un festival de niños copleros (en el cual Sofía recibió de regalo una gallina, que pasó a ser parte de nuestro grupo), y el festival de adultos copleros a la noche. Me gustó que la gente del pueblo festejara todo como un gran triunfo, y me llevó a replantearme si no es mejor ser feliz en un pueblito que ofrece poco, que aburrirse con demasiado en una ciudad como Buenos Aires. Para pensar, diría Capusotto en tono de "hasta cuándo???".

Lo más bizarro de todo el fin de semana fue que a Mariano lo nombraron jurado del festival de copleros, junto a otros dos, conformando así el llamado "Triunvirato Calificador" (palabras textuales del conductor del festival, entre otras). También hizo referencia a la "multicromática quebrada", al "monocorde sonido de la caja", y definió a la copla como "el documento de identidad de la Puna". Les mencioné que amo lo cursi? Este señor me cayó muy bien, me pasé la noche anotando lo que decía.

Hubo no sé cuantos copleros y otros músicos, y a las 4:30 de la mañana yo me fui a dormir. A eso de las 6 de la mañana llegaron todos los demás a la habitación, y fiel a su estilo, el Zorro comenzó a hablar. Por fin logramos dormirnos, pero a las 7:30, o sea, una hora y media después, entró corriendo el Zorro y nos gritó que si no salíamos YA mismo, se nos iría la camioneta que nos llevaría a Intermedio. En dos minutos salimos: la nena de 9 años, la anciana de 75, los otros copleros, la gallina, y nosotros. Terminamos amontonados y cubiertos por bolsas de dormir y ponchos, atrás de una camioneta. Nuevamente nos sorprendió el paisaje del valle, esta vez con el sol de la mañana temprana, que iluminaba a contraluz los contornos de los guanacos que nos miraban con esa cara de poker que siempre tienen ellos.

Al aproximarnos a la ruta, vimos que se acercaba el Panamericano, el único colectivo que nos llevaría a Maimará por un largo rato. Si lo perdíamos, nos esperaban varias horas de agonía existencial en Intermedio. Por suerte el conductor de la camioneta intuyó nuestro destino inminente, y se mandó por el costado de la ruta e interceptó al colectivo. Subimos en medio del caos, nosotros, los del grupo improbable: los dos fotógrafos con las cámaras colgadas y las bolsas de dormir abiertas y haciéndonos tropezar, los seis copleros con sus instrumentos, y la gallina. Y volvimos así a Maimará, que de pueblo chico pasó a ser The Big Apple, en comparación con Cangrejillos.

The End.

(Texto y fotos por Coqui Mackey)

Se viene, se viene...


el carnaval!!

Fotografía Nómade

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Definirnos nos resulta complejo. Sabemos que nos gusta la fotografía, y que nos apasiona posar la mirada sobre aquello que nos sorprende. Descubrir las historias que hay detrás de lo aparente es nuestro objetivo. Dejamos atrás familia, amigos, un trabajo formal y la seguridad de un sueldo. Con unos pocos pesos y las mochilas a cuestas, iniciamos nuestro primer proyecto independiente de fotografía documental.